Los años 70 pusieron en jaque la estética del segundo hogar de Isidoro Cañones. El blue jean y los pantalones oxford con zapatos de plataforma entraron por la puerta de Arroyo dejando atrás los vestidos largos y las corbatas sobrias. La decoración también cambió: el arquitecto Juan José Saavedra tiñó paredes y pisos de bordeaux y negro. En esos años, Mau Mau se volvió una pasarela gigante donde desfilaban las modelos más importantes. Emilio Pucci presentó allí su colección de temporada. La AMA (Asociación de Modelos Argentinas) hizo su desfile anual y Chunchuna Villafañe, Claudia Sánchez, Kooka, Liliana Caldini y Mora Furtado prestaron cuerpos y caras para la ocasión. Susana Giménez fue invitada casi por obligación (eran los días en que el ¡Shock! de su aviso de Cadum enloquecía a los machos argentinos) y vistió un escote en la espalda, que según Lata Liste “se pasaba de la raya” (sic), y que causó revuelo e indignación entre las modelos.
Infaltables en esa década, los militares también se juntaban en Mau Mau: Lanusse, López Aufranc, Sánchez Bustamante y Pistarini se dieron una vez cita en el lugar y las revistas bautizaron la velada “la noche de los generales”. Para Lanusse no era la primera vez: en una oportunidad el disc-jockey quiso “homenajearlo” y puso el Himno Nacional en la versión de Billy Bond, y el furioso comandante en jefe se apersonó en la cabina para poner las cosas en su sitio.
La combinación entre el show-business y la boite produjo suculentos dividendos: los contratos de artistas extranjeros para actuar en teatros de la calle Corrientes incluían una presentación “exclusiva” en Mau Mau. “Así es como nos dimos el gusto de tener a Antonio Gades, Roberto Carlos, Wilson Simonal, Fred Bongusto, Elis Regina, Ornella Vanoni y Jorge Ben. El público de Mau Mau sabía que el éxito del momento iba a estar en la boite.” Además, editaron más de veinte LPs (los compilados de Música de alto vuelo, con la música que se escuchaba en Mau Mau, los primeros discos de Armando Manzanero y uno de Roberto Carlos, por mencionar algunos).
La decoración de Mau Mau serviría como paradigma de la esquizofrenia estética de los 70: poco después, el bordeaux y el negro fueron reemplazados por bronce, espejos ahumados y múltiples helechos, luego de que Lata Liste, en un gesto definitivo, sacara su encendedor Dupont de oro y carey de su bolsillo y bramara: “Quiero que Mau Mau sea esto”. Con uno u otro look, Mau Mau seguía siendo el templo de la noche, apelando a una fórmula sencilla: una combinación de lo avant-garde y lo demodé con la dosis justa de snobismo. Con el tiempo se transformaría en el referente histórico obligado de los nuevos dueños del ruido. Todos ellos le reconocen la paternidad a Lata Liste. “Los que nos movemos en la noche con profesionalismo, básicamente imitamos lo que hizo José”, dice Peti Peltenburg, dueño de la extinta El Cielo, del Buenos Aires News y del boliche KU en Pinamar. Aunque las diferencias están a la vista: a la distancia, el horario de Mau Mau parece vespertino y sólo pondría contento al gobernador de Buenos Aires. “Llegábamos a las once y a las cuatro terminaba” recuerda Graciela Vaccari. Y, en tren de comparar, dice que iban a bailar pero también a charlar, y no tanto a mirar o hacerse ver, así como mira con nostalgia las variaciones en el código Vip: de Cristina Onassis y Ringo Bonavena (quien se ganó su lugar en Mau Mau cantando “Pío, Pío” con el trío Suchera’s) a Pancho Dotto, Guillermo Coppola, Liz Fassi Lavalle, Roberto Giordano y Manuel Antelo.