miércoles, 3 de junio de 2009

Ser o No Ser

La particularidad de Mau Mau durante sus años de esplendor fue la visita de estrellas internacionales. La lista es larga y va desde actrices consagradas como Geraldine Chaplin, Antonio Gades, Charles Aznavour, Alain Delon, el torero Dominguín o Linda Cristal (la argentina que actuaba en “El gran chaparral”) hasta el mismísimo Rudolf Nureyev, quien bailó tango y flamenco en la pista de Mau Mau. El parnaso local también frecuentaba la boite, desde Graciela Borges y Juan Manuel Bourdeu, a múltiples Blaquier, Alzaga y Menditeguy. Era el obligado punto de encuentro de conocidos y no tanto de esa época. Recuerda una asidua concurrente: “Mau Mau era como el living de nuestra casa, allí nos encontrábamos de lunes a sábados, con descanso dominical. Era muy raro que las mujeres fueran solas: o te invitaba alguien o ibas con tu novio o marido”. Coincide el Gato Dumas: “Llegabas y tenías tu mesa, la ubicación dependía de quién eras”.
Entrar a Mau Mau era “lo más” y por eso no todos entraban. De esto se encargaba Fraga, el portero, más conocido como El Insobornable. Hay cientos de anécdotas sobre este cancerbero nocturno. “le entrada, yo mismo trabajé de portero al lado de Fraga, enseñándole a reconocer a la gente, a saber quién es quién y a regular el derecho de admisión. A los argentinos les gusta que el maître los llame por su nombre. Una vez paramos a un tipo en la puerta porque estaba mal vestido y reaccionó poniéndome una pistola en la cabeza. Si quiere tirar, tire, ¡pero usted no entra!, le dije. Mientras tanto, nuestro encargado de seguridad, que había sido jefe de la custodia de Onganía, fue sigilosamente por atrás y detuvo al loco”, recuerda Lata Liste. Con maestros así, resulta fácil imaginar a Fraga despachando a Vilas por portación de zapatillas o a Johnny Halliday y Sylvie Vartan porque él no usaba saco y ella era muy ordinaria (tal como cuenta la leyenda).
Si bien el trato era respetuoso, la mayoría recuerda a Fraga haciendo gala de su apodo: nadie traspasó esa puerta sin su aprobación. Generaciones de argentinos fueron reconocidos por el portero de Mau Mau: “Mandále saludos a tu padre. Hace tiempo que no lo veo por acá”. Eran los tiempos en que Federico Peralta Ramos sentenciaba, acodado en la barra: “Yo no trabajo porque cobro sueldo de hijo”. El mecanismo de notoriedad de Mau Mau era de doble sentido: no sólo había miríadas de estrellas que visitaban el lugar sino que muchas comenzaron a hacerse famosas por la onda expansiva que generaba la boite. ¿Cuáles eran los requisitos para “pertenecer”? Al poco de tiempo de abrir se institucionalizó el sistema de Vips. Primero con invitaciones, después (a partir de 1966) con la introducción de la primera tarjeta interclubes para poder entrar a las disco más famosas del mundo: Jimmy’s en París, Le Bateau en Río, Annabelle’s en Londres, La Boite en Madrid y, por supuesto, Mau Mau en Buenos Aires (en 1970 Lata Liste fue más lejos: desembarcó en España para abrir dos nuevas sedes de Mau Mau, una en Madrid y otra en Marbella).
Pero así como no todos entraban, algunos que no se sentían particularmente orgullosos de hacerlo: en 1965, Fernando Noy se encontró a una vigorosa y virulenta Violeta Parra en El Moderno (el bar que cerraba la cuadratura de la llamada “manzana loca”, cuyos otros vértices eran el Di Tella, el Florida Garden y la Facultad de Letras de la calle Viamonte), despotricando contra sus anfitriones porteños por haberla llevado a Mau Mau: “¡Qué se creen esos ensoberbecidos! ¿Que porque tiene nombre con ruido a tambores me iba a gustar?”.

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